La educación en Japón, estricta y a veces necesaria

En una ciudad como Tokio, de 13 millones de habitantes (36 si contamos el área metropolitana), la gente deja las bicicletas en la calle por la noche sin cadena, a lo sumo con un sencillo bloqueador de rueda (sí, de esos que se abren con un soplido). A la mañana siguiente, la bicicleta está en el mismo sitio donde la dejó su dueño.

Nunca dejes una propina; es inusual y extraño. Si la cuenta son 297 yenes y dejas en el plato los tres del cambio (dos céntimos) el camarero es capaz de seguirte hasta la calle para recordarte que has olvidado algo que es tuyo.

El dinero, las tarjetas de crédito o las de visita se dan siempre con dos manos. Y si te la dan en una reunión de trabajo tienes que mirarla detenidamente durante unos segundos y quedarte con el apellido y el cargo de quien te la ofrece.

En el metro, piden disculpas a los viajeros por los altavoces si el tren va a llegar con un minuto de retraso.

Nunca des la mano cuando te presenten a alguien y mucho menos , un abrazo. Y mucho menos aún si es una mujer. El contacto personal está muy mal visto.

En Japón nunca se tutea a alguien mayor que tú o con más experiencia, sobre todo en empresas, clubes deportivos y asociaciones que conlleven una jerarquía.

En el Shinkansen (también en el metro y en general en transportes públicos) está prohibido hablar por el móvil. Por eso puedes darte el gustazo de viajar horas y horas sin que el maleducado/a de turno te atormente con sus conversaciones voz en grito, como en el AVE español. En cambio, en el Shinkansen no hay vagón restaurante. La gente sube con su propia comida o la compra en un carritoque pasa con frecuencia por el pasillo, y se la come en el propio vagón. El olor a comida –fuertemente especiada- es muy intenso y llama la atención de los viajeros occidentales.

Tokio tiene el menor porcentaje de propietarios de vehículos de todo el país. Muchas empresas prohíben ir al trabajo en coche; a cambio, te pagan la tarjeta de transporte público.

Está prohibido fumar en las calles por el riesgo de quemar a alguien (solo puede hacerse parado y en torno a puntos marcados, en los que hay ceniceros). Sin embargo, se puede fumar en bares y restaurantes.

El parachoques de los coches es solo de decoración. Nadie aparca tan ajustado como para poder rozar a los vehículos contiguos. O queda más de medio metro entre uno y otro… o no se aparca.

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